Párrafo 20.17

20.17. «La vida es un estado permanente de crisis con patología subjetiva (individualizada) y no debería ser vencida a base de pactos, de autocomplicidades y limitaciones, sino abriendo las puertas, borrando las fronteras que cierran el paso a lo espiritual, sin miedo o, al menos, con valor.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Si desde que nacemos partiésemos de la base de que somos seres incompletos, quizás nuestro deambular por la existencia resultaría más sencillo, más asumible. Esa carencia, imposible de subsanar a día de hoy, explicaría el vacío existencial que todo ser humano siente en algún momento de su vida. Desde la asunción de esa carencia, el trazado de cada vida se realizaría entendiendo que somos seres en perpetuo estado de transformación, en crisis. Una crisis es un “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación”, por tanto, si asumiéramos que vivimos en estado permanente de crisis, con matices individuales que nos hacen creer que el problema es nuestro (y por supuesto que es nuestro, pero es también, a la vez, de toda la humanidad), compartiríamos esa carencia, consustancial al hecho de ser un ser humano y habitar este planeta. Lo normal, desgraciadamente, es mirar hacia otro lado, desviar la atención del problema, por inasumible, tratar de paliar esa profunda carencia con cualquier tipo de elemento sustitutivo, distractor, paliativo… que nos haga sentir bien. Establecemos pactos y complicidades con los demás en una suerte de ceguera colectiva, de limitación mutua de la libertad, sin valentía ni arrojo. Rellenamos los vacíos de conocimiento porque no soportamos la incertidumbre, el desconocimiento, la ignorancia… incapaces de asumir una realidad que en su mayor parte, nos es desconocida. La ciencia desconoce casi todo lo que rodea a este fragmento de realidad que habitamos… ¿de dónde nace entonces esta tremenda prepotencia del ser humano?
Quizás asumir la ignorancia y estar abiertos a lo que pueda llegar, sin pretender nada, nos abra el camino hacia lo espiritual, camino no exento de peligros e incertidumbres. Pero para ello es necesario encarar la existencia con valor, abrirse hacia lo desconocido, y transitar por la vida como un niño, descubriendo a cada paso una nueva realidad.