Párrafo 18.4
18.4 «Las jerarquías de poder en las sociedades actuales se disputan como fieras los cuatro grupos gandárbicos que siempre han actuado. Ellos inventan y administran las dependencias del yo, suplantando los guardianes de las cuatro puertas por donde se percibe la vida. Unos se proliferan en discursos en los que relatan las maravillas que ellos mismos construyen y discuten las leyes. Otro grupo venerable se disfraza de antiguos sacerdotes, se tapan los ojos para no contaminar su ecuanimidad y destruyen las bases de la Física adorando el equilibrio imposible, ellos administran la ley. Hay un tercer grupo que lleva milenios sabiendo que hay una esperanza dormida tras el latido del corazón, ellos la amortiguan con promesas como si pudieran negociar influencias más allá del amor. Hay un cuarto grupo de poder que parece objetivo, que a veces lo cree y está al servicio de la autosuficiencia; tienen dos posturas, una narrar la realidad de manera objetiva, como si eso fuera posible, otra crear opinión partiendo de un barniz de conocimiento que agrava la ignorancia en cada campo del saber.»
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
Cabría preguntarse si articular una sociedad en torno al concepto de poder como eje vertebrador no es ya un error garrafal de base. Un poder legislativo, un poder ejecutivo, un poder judicial… formado por individuos que por haber estudiado muchísimo sobre un tema muy concreto en un momento dado de sus vidas, adquieren el “poder” de decidir cómo vamos a vivir los demás. Y así inventan leyes que otros aprueban, y otros ejecutan, y otros sancionan…, repartiendo el poder para que no recaiga en uno solo, a sabiendas de que si fuera así, todo el sistema creado se iría al traste. Hacerse con el poder, con ese ansiado poder, es lo que ha regado la historia de intrigas y conspiraciones, es lo que la ha movido en última instancia.
Ese tan ansiado poder no encubre más que el control sobre los demás. Controlar al otro para que no se salga del tiesto, de este tiesto inventado y construido como un sistema fortificado y defensivo dentro del cual nos hacen creer que somos “ciudadanos libres”. Faltaría hablar del cuarto poder…
Si echamos la vista atrás nos topamos con sociedades donde el supuesto poder lo ejercía el gobierno de los sabios. El que más sabe, el que más conoce, es por ello más responsable y, por tanto, no ejerce un poder sino una responsabilidad. Pero en una
sociedad tan infantil como la actual, este concepto no tiene cabida. Parece que hemos llegado al “gobierno de los más tontos”, que luchan por el ejercicio de un poder, eludiendo cualquier tipo de responsabilidad. Así nos va…
Platón decía: “Donde hay amor no hace falta ley”. El amor como eje vertebrador, y no el poder, daría lugar a una sociedad bien diferente a la nuestra, pero suena demasiado utópico y lejano este concepto… Ahí lo dejo.
3 Comentarios
Panacea
15 octubre, 2020Ignorar el modelo no se puede, formamos parte de él. Sucumbir no se debe, sería abrazarlo e identificarnos con ello. Criticarlo ¿desde dónde? ¿Desde la ignorancia teñida de verdad? ¿Desde un argumentario que nos resulta creíble volcado en otro que ya no resulta creíble? La sustitución de un planteamiento por otro ¿a qué nos puede llevar? ¿A sentirnos que avanzamos y que ese es el camino? ¿Y no será una falsa seguridad que habrá que volver a desmontar como paso siguiente? Una idea nos puede hacer sentirnos mejor que la otra, un comportamiento, un planteamiento, una actitud, pero siempre enredados en sucesivos círculos concéntricos sin divisar la salida.
En repetidas ocasiones se nos ha dicho que primero hay que asumir el modelo para luego transformarlo, diríase, primero toca conocer los baluartes en que se rige la verdad estabulada, constituida, para saber dónde se hayan los puntos de fragilidad y saber desasirse con la autoridad del que conoce; como se suele decir: salir de ello con conocimiento de causa. Para romper hay que saber construir, y construir mediante el aprendizaje de partir como los demás para dejar de serlo en cuanto se sepa cómo. De ahí que formemos parte del modelo para luego dejar de serlo, y con vocación a dejar de serlo porque uno es mucho más que lo que pueda proporcionar cualquier tipo de estructura, porque nadie debe aceptar el sometimiento como reiteradamente se nos dice, porque uno tiene que descubrir su propia particularidad y su propia riqueza, pero vivimos con los demás. Y en ese juego habrá que dirimirse y distinguirse.
Y la búsqueda de la identidad entroncada en las sensaciones, en las percepciones, en el encuentro con tu propia esencialidad nos acerca a un mundo fuera de la palabra, del ordenamiento, de la estructuración y homologación de los planteamientos, en definitiva nos aleja de la dualidad en la que vivimos inmersos para abrazar paulatinamente lo complejo y supongo que lo trinitario.
loli
17 octubre, 2020Me parece muy interesante el comentario de “Aventurero”, creo que muy pocas veces nos paramos a pensar la posible contradicción que supone hablar de un sistema que pretenda el bien común, equitativo y justo sustentado en “poderes”.
Como acto por el que se faculta a algo o a alguien a realizar determinadas tareas en nombre de los que han delegado en ello para ejecutarlas, debería ser recogido como una responsabilidad enorme, que requiere capacidades para ello…y esas capacidades no suelen ser gratuitas, ni tampoco compradas o vendidas….tampoco, requieren de un prestigio que se ha tenido que trabajar en todos los ámbitos del desarrollo humano.
Actualmente nos encontramos con que lo que prevalece en todo aquello que tenga algo que con el concepto de “poder”, sin embargo, es su acepción más “grosera”, por exponerlo de algún modo, es decir, la “coercitiva”, es decir, impera la necesidad de condicionar el comportamiento y la acción de las gentes, no su “bien”.
Y esta conceptualización del “dominio”….es sobre la que, parece, hemos normalizado nuestra vida y nuestro desarrollo como personas.
Por eso el término “poder” se degrada y ya no va en pos del bien de los demás, busca su perpetuación, y para ello el que sabe, el que por ello no necesita de esa forma nociva de dominio, es mirado como “extraño” y hasta un peligro, para todo el mundo, en general.
Sin tratar de realizar un esfuerzo de discernimiento, mantenido y continuado, una actitud reflexiva, no es que nos mantengamos en una situación infantilizada de sociedad, no, tengo la sensación de que lo “infantil” guarda en sí la capacidad de crecer y madurar, pero en lo que nos estamos convirtiendo es en sociedades de verdaderos “tontos”, y a lo mejor, desde ahí, es más difícil salir.
Don Quijote mantenía que el mundo estaba “encantado”, y que solo los “caballeros andantes” que mantenían la vigilia mientras el resto dormía en su encantamiento, podían ayudar al hombre a salir de la “ensoñación” que le apresaba….mientras le dibujaban una realidad inexistente.
Beucis
17 octubre, 2020Las jerarquías del poder se quieren apropiar las influencias de los gandharvas. Al suplantar a los guardianes de las cuatro puertas, a los ángeles que las custodian, dificultan el fluir de la energía, dificultan la evolución. El hombre queda subyugado en una niebla que imita y profana el modelo de vida animal. Se pretende que no pueda salir de un paraíso con bajas expectativas donde cubre su desnudez con una piel. Se discuten leyes, se administran y, sobre todo, se quiere romper la esperanza que todos tenemos en poder transcendernos. Narran una realidad ficticia creando estados de opinión desde la ignorancia.
Zoroastro nos dice que nos movemos en una bipolaridad: entre Ormuz y Ahrimán, el bien y el mal. Es esta lucha la que mueve el Cosmos, la que mueve al hombre. Todo este estado precario en que nos hayamos puede hacer creer que el mal está taponando nuestras puertas, nuestros centros de identidad, pero en el hombre yace el impulso del bien, de la búsqueda y alcance del ángel, desprendiéndose como la serpiente de las camisas que le oprimen y volar al encuentro de su yo íntimo y superior. Estas dos compulsiones que nos mueven no se destruirán, no debe ser así. Se fundirán en un solo impulso trinitario, porque está dicho: El mal no existe sin el bien ni el bien sin el mal. Quedarían demediados. Nos ocurriría como al «Vizconde demediado» de Italo Calvino: un vizconde poseído por el bien sin la levadura del mal se convierte en un tonto blandengue y un vizconde malvado sin las riendas y la sujeción del bien, en una bestezuela infernal.
Los gandharvas deben ser fundidos con los ángeles; Mr. Hyde con Dr. Jeckyll; el rabino de la sinagoga de Praga amará al Golem demoniaco… Y solo así será posible que el hombre alcance a su dios interior, porque el hombre quiere ser ángel para llegar a ser Dios.