Párrafo 18.24
«18.24 Todos los cantos tienen un origen sagrado, son mantras rítmicos que refuerzan el sentido de la palabra, generan encuentros entre distintos modos de comprensión. Cada sonido en el mundo físico hace vibrar lo sutil en un punto de los laberintos invisibles y aun los visibles, ligándolo a la fuerza viva que contiene y emite.»
COMENTARIO DE EL AVENTURERO
La torre de Babel que edificamos por dentro aleja de nosotros el ritmo de las palabras que, muertas, se deslizan inertes en esa cadena de producción que llamamos pensamiento. Nos hemos olvidado de leer en alto, de dar vida (nuestra vida) a las palabras y escribir con la sangre y crearlas a cada instante. Porque “el alma se tiñe del color de las palabras” y a la inversa. Pero queremos ver en ellas conceptos estables, significados unívocos, “objetivos”, decimos, y así poder realizar nuestras transacciones. Hablar y comunicarse ¿qué es en realidad? Una experiencia escasa, inolvidable. El ritmo, el sentido, la identidad, todo se une en un punto y por fin somos lo que decimos. Y la palabra sigue el pulso de nuestra sangre y nos nutre y nos da sentido a medida que la pronunciamos. Las estamos cantando. Nos hacemos entender desde todo posible ángulo porque todos los matices coexisten, sorprendentemente, sin ninguna tensión. Lucidez máxima, madre de toda lógica. Acercamos las palabras a ese origen sagrado que es en sí creación. Y les damos vida, nuestra vida. Tal vez exista un lenguaje único que hay que recuperar, una vez destruida nuestra Torre de Babel.
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2 Comentarios
Loli
6 marzo, 2021Cuando “dirigimos la palabra” a alguien, quizás estamos obviando que, a lo mejor, estemos enviando un “presente” un regalo “en tiempo y forma”, algo exquisito, valioso, complejo, algo que, sin poner la suficiente atención en lo que supone, se puede convertir en… ¿un regalo envenenado?.
A lo mejor, también, nos envenenemos muchas veces a nosotros mismos al conformarlas sin miramiento alguno, al lanzarlas a los demás, sin cuidado, sin ton ni son, despreciando su potencia.
Nos parece que es fácil hablar, conformar el lenguaje y sus palabras….porque no hay consciencia de cómo lo hemos aprendido, de còmo lo hacemos, aunque sí tengamos la conciencia de ello.
Pero aún parece que estemos lejos de apreciar su construcción, real, verdadera, piezas construidas que se lanzan al aire que todos respiraremos, y que, quizás, estén suponiendo verdaderas arquitecturas aéreas…que acojan…impulsos, o cárceles…a lo mejor.
El símbolo que nos provoca un holograma en el cerebro, ¿geometrizado en la palabra?…puede que aún demasiado balbuciente para nuestra inteligencia… infantil, lo comunicamos, la mayoría de las veces, para que el otro la comparta y nos de la razón en la interpretación de ese símbolo.
Pero en la palabra va, además, parece ser, envuelta, una arquitectura sonora de nuestra energía, poco cuidado ponemos ahí, quizás porque aún no hemos llevado a la consciencia su importancia.
Arquitectura sonora, el sonido y sus vibraciones….
Una partitura musical, arcos apuntales y bóvedas de crucería con armónicos y melódicos, catedrales organizadas en el aire, una composición musical, compleja y cuidada…
¿Es la palabra ajena a su potencia?, no, pero la insensatez en la que aún nos mecemos, huye de su contemplación.
Mal decir, utilizar la palabra, además de por debajo de sus posibilidades, para destruir…, y se destruye.
Bien decir, se conscientes de lo poco cuidada con que lanzamos la construcción de la palabra, pero con intención de aportar algo nuevo, creador, impulso del receptor…
Aún así, hasta los silencios arrastran palabras inaudibles, hasta los silencios son importantes, hay que cuidarlos.
“Te retiro la palabra”, a lo mejor…no podemos… del todo.
Panacea
8 marzo, 2021En el canto se juega con la reverberación que el sonido produce en las cavernas del cuerpo según cómo se emita y en dónde se coloque. Se trabaja en lograr una resonancia determinada cuando se lleva a la bóveda craneal, se amplifica en la garganta, a los intercostales, o se apoya en el diafragma, junto con la inhalación de aire, que dependiendo de en qué momento se expulsa y de qué modo se retiene, llega a generar sonidos que uno a veces no es capaz de imaginar que podría llegar a emitir. El poder de amplificar la resonancia y luego emitirlo al exterior produce efectos transformadores y muchas veces desconocidos más allá de la técnica, pudiendo ser benignos los resultados en unos casos o todo lo contrario, arrastrando problemas físicos y me atrevería a decir que emocionales. Los órganos internos del cuerpo entran en vibración, se comunican, la energía y el calor circulan a otra velocidad, y todo ello, junto con la apertura y relajación necesarias para ser todo uno un vehículo sonoro, conduce a sensaciones ignotas que tu propio cuerpo es capaz de mostrarte en un momento determinado. El cuerpo nos habla.
Desde ahí, es fácil imaginar cómo el que conoce tan fuerte potencial transformador puede buscar la vibración de un sonido determinado, latiendo intencionadamente en un punto u oquedad del cuerpo, para lograr determinada reacción que eleve al cuerpo a esferas más allá de la pura materia