Párrafo 18.18

18.18 «Las doce madres gemelas de la inteligencia despliegan su esmero para cuidar el privilegio liberador de su hija. Una sostiene un espejo para que la niña contemple su rostro al nacer; habiéndose reconocido, raspa con esmero el azogue hasta dejarlo en cristal transparente. La segunda, con larga túnica naranja, cuida delicadamente su infancia para que acepte el tejido de las nuevas memorias. La tercera la pasea por todos los jardines, la curte de todos los vientos, le enseña a seguir la corriente del río. La cuarta le transmite los misterios del amor tras escalar la cumbre del monte Merú; allí donde nacen los ríos sagrados invita a contemplar las estrellas y aprender el secreto de que el monte Merú está atado en el cielo y él sujeta la tierra. La quinta es compañera y confidente de la “señora”, espera la llegada del Arcángel para multiplicar la luz por todos los espacios. La sexta madre es la guardiana de la mística, encarna la síntesis de la evolución y enseña aquellos sentidos que no acompañan a la luz del sol. La madre del séptimo impulso porta un espejo que absorbe todas las imágenes que despertó la luz.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Para que nazca la inteligencia es necesario recorrer un camino trazado de antemano por una mano invisible que conoce el recorrido y nos aporta su grano de arena en cada etapa. Reconforta saber que en cada recodo nos aguarda una madre que acompaña ese trayecto amorosamente, conduciendo sabiamente nuestros pasos, a sabiendas de que el camino no es fácil y tendremos que recorrerlo solos. Nacer para reconocernos y acto seguido olvidar quiénes fuimos, para volver a tener que descubrir quién somos en un nuevo ciclo que comienza olvidando y termina recordando… ¡Un auténtico galimatías vital!

Se me antoja hacer una analogía con nuestra biología. Las doce madres gemelas podrían ser nuestros doce pares craneales, que se encargan de la enervación motora y sensitiva de nuestro cuello y cabeza. Son la chispa, el motor sin el cual nuestro organismo no podría responder ante ningún estímulo externo. Gracias a estos nervios vemos, oímos, olemos, lloramos, salivamos, expresamos con diferentes gestos cómo nos sentimos… es decir, nos comunicamos con el exterior. Existe una función involuntaria o autónoma de los pares craneales, la parasimpática, que actúa a expensas de nuestra voluntad. Quizás esa sabiduría inherente a nuestro funcionamiento orgánico, que opera por sí misma, sin nuestro consentimiento, porque sabe mucho más que nosotros, nos sostiene más de lo que imaginamos, y nos protege de errores irreparables. Esas madres acompañan cada escalada al monte Merú, al centro del mundo, al omphalos, al centro sagrado cuya cima debemos conquistar para continuar nuestro camino en un lento descenso… el cinco, el seis, el siete… y, tras él, otras cinco madres no sujetas a la ley del tiempo, nos aguardan impacientes, para proseguir nuestro camino.

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2 Comentarios

  1. Beucis
    19 enero, 2021

    Siete Madres en las profundidades del Sacro van a cuidar de su hija: Io, Sophia, Helena, múltiples nombres dados a ese ser recién nacido, envuelto y protegido por siete mantos de Sabiduría. Fausto baja a su reino: «¡son las Madres!», para encontrarse con su amada Helena y rescatarla. Así también deberemos hacer nosotros.

    Cuando Io, Sophia… sube al monte Merú acompañada por la cuarta Madre, se encuentra con el Amor, A-mor (no muerte), y desde ese momento va a dejar de ser niña, Kore, para ser Señora, compañera de la quinta Madre, su confidente.

    La sexta revelará los misterios de la Mística, y la séptima recogerá aquello que despertó el sentido de la Iluminación.

    Ritmo, Iluminación, sentidos que se deberán descubrir y que se deberán incorporar. Orfeo y el dios Pan, la lira y la xiringa que acompañarán la búsqueda de las otras cinco Madres que esperan fuera del espacio-tiempo.

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  2. Rafa
    23 enero, 2021

    La primera madre sostiene y limpia el espejo del nacimiento entre Eros y Tánatos hasta convertirlo en cristal para que la niña se reconozca.

    La segunda la sacraliza con el color de la transformación, el naranja, el azafrán símbolo de la busqueda del conocimiento que está entre el amarillo y el rojo de la tercera madre.

    La tercera la inicia en la acción y le muestra el fuego y el juego de las emociones.

    La cuarta le desvela los secretos del corazón desde donde nacen los fluidos cargados de secretos celulares desde el cielo que sujeta a la tierra.

    La quinta que es confidente de la dama malba le permite el acceso a la verdadera comunicación, al guardián de la puerta entre la verdadera voz y el corazón.

    La sexta le enseña como librarse de las leyes de la materia y atisba los estímulos de la luz interior.

    Y la madre del séptimo impulso le acompaña a la unidad y a formar parte de lo creado y la creación.

    Un abrazo

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