Párrafo 17.16

17.16 «Durante siglos se ha aconsejado a los buscadores la moderación, la prudencia y la abstención en casi todo, y eso no parece en los últimos tiempos el único camino para a travesar las rejas con las que la subsistencia encarcela la razón. La razón está dominada por dos tipos de memoria, una se adhiere a las células como experiencia haciéndolas cada vez más transparentes y otra contamina los mares interiores dificultando el alimento, la comunicación y la llegada del oxígeno. En el camino habrá que aprender a prescindir de la memoria pasiva purificando la cresta del deseo y habrá que recuperar la primera memoria grabada en el arca de la célula, la memoria de aquellos tiempos en que los mares eran de agua dulce, de aquellos tiempos en que los Juanes guardaron las risas en las cuevas. Y hay que recuperar la última memoria, la de aquellos tiempos en los que el hombre ya no necesitará nacer.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

En el párrafo anterior, el autor nos señalaba la importancia de enfocar un compromiso hacia la búsqueda de aquellos sentidos que aún no nutren nuestra razón en su funcionamiento. En este párrafo parece instar a aquellos aventureros al movimiento, al salto o a asumir en serio el riesgo de rechazar conductas pasivas atadas a la mera supervivencia, y atravesar con acierto tales rejas.

Una de las claves de cómo hacer ante el duro dominio de la razón acobardada, parece estar en el hecho de “purificar la cresta del deseo”. Descifrar este misterio es ya otro asunto. ¿Podría consistir la purificación en renunciar al deseo, a cualquier deseo? O por el contrario, la renuncia sólo nos llevaría a la inacción o al abandono de ese compromiso antes mencionado. ¿De dónde nace el deseo realmente?

Bioquímicamente seguramente tenga una respuesta; se me antoja como la necesidad de combustión matérica que propicia un cambio, una transformación. Si valoramos cualquier deseo en su esencia como una necesidad de encuentro, como una necesidad de descubrir ese más allá inalcanzable desde la situación concreta de cada ser humano; la necesidad de ver más, de sentir más al tacto, de oír con mayor precisión o, en definitiva, de agudizar nuestros sentidos hasta llegar a esa homogeneidad que permita la comprensión del uno con el todo, o al menos del uno con el uno, que no ha de ser poco…

Llego a intuir que esa atrofia de sentidos lo es también de sentimientos y el deseo podría expresarse así como la forma del temor a no sentir amor, o el anhelo de alcanzarlo. Tratemos de desarrollar un poco más el concepto. El deseo es un impulso hacia algo; ese algo generalmente tiene una forma preconcebida por nuestro intelecto. Pero desde unos sentidos no plenos, la capacidad de imaginar, de crear conceptos, ideas, será necesariamente incompleta también. Por lo tanto, observar o vivir el deseo como impulso lo entiendo como algo positivo. Ahora, cuando no se alcanza lo deseado porque no reconocemos las formas con las que nos cruzamos en el camino del impulso, puesto que no se igualan a nuestra idea previa, aparece la necesidad, aparece el temor, el anhelo y olvidamos el principal motor del deseo: una fuerza, un impulso, una pulsión de libertad, de amor. Esa pulsión es más cercana al hecho de amar que a la forma del deseo. Renunciar al deseo o mejor, purificar el deseo como plantea el párrafo, sería pues renunciar al temor de no llegar a tiempo en el camino, de no llegar a ver lo esperado, de no llegar a ser lo imaginado…

Quitar la posesión al deseo. Combustión de fe con la chispa de un sentido nuevo. En ese instante se torna temor en amor, la acción en entrega y el fuego en luz, en aquella que existiera antes que el sol y las estrellas. Quizá sea ésta la memoria del hombre que no necesitará nacer; no habrá temido tampoco al hecho de morir, pues del olvido vive.

(Pausa y respiración profunda) Todo esto habrá de aderezarse con una pizca de canela y cocerse en el horno del sosiego durante al menos diez mil fracasos en el periodo de una era… Así lo dejó escrito mi abuela en el rincón de la alacena que compartimos hoy.

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3 Comentarios

  1. Panacea
    28 abril, 2020

    El cambio de paradigma en nuestra cultura sería abandonar el constreñimiento, el prejuicio y la omisión como método para no errar, tan intensamente implantado por los distintos estamentos religiosos y políticos durante siglos, por un vivir entregado a la intensidad de los fundamentos de cada uno, asumiendo el error como aprendizaje y salvándose de la quema al saber gestionarlo como parte del avance en la vida. Posiblemente ello limitaría tanta acumulación de pesares que suele arrastrarse como carga de vida, a la par que abriría la posibilidad de un respirar más limpio, más amable y acorde a nuestra naturaleza, permitiendo dejar atrás la sal retentiva en que nos movemos y nos impregna como lastre, para encontrarnos con la fluidez del agua dulce, que nos lleve a elevarnos al punto de origen, transformados y culminados definitivamente.

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  2. Beucis
    1 mayo, 2020

    Nunca podremos romper las murallas, las rejas con las que la subsistencia aprisiona a la razón; nunca con esa mojigatería que desde el poder se impone: prudencia, moderación, abstención… Alguien parece reírse del hombre y condenarle a un paraíso a la baja del que no puede ni quiere salir.

    La mujer de Lot desobedece y vuelve la cabeza y queda convertida en estatua de sal, presa de la memoria pasiva. Perseo combatirá con Medusa, la menor de las Gorgonas, memoria pasiva, para no quedar convertido en estatua de sal. Corta su cabeza y de la sangre de la Medusa nace Pegaso, el caballo alado, que le ayuda a salir volando del laberinto, llegar a otros planos, ser estrella, constelación en el Universo.

    Todos deberemos vencer nuestras memorias pasivas que contaminan océanos interiores y obstaculizan nuestra evolución. Pecas, pecados que no nos dejan fluir; trabas que con el trabajo hay que resolver; nudos que hay que deshacer con paciencia, y así recuperar la primera memoria de la célula en agua sin sal, en aguas dulces, donde se oirán a los Juanes, el que bautiza y el que unge; caras de Jano, dios bifronte que nace y muere, que guardan sus risas en cuevas para que llegue a nosotros la alegría, el amor.

    Se nos dice que tenemos que recuperar la última memoria y lo haremos porque si es así, habremos dejado de ser hombres para ser ángeles, que caminamos hacia una evolución que no acaba nunca, que nos acerca cada vez más a ese Ser Innombrable que nos espera más allá del Universo.

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  3. Rafa
    3 mayo, 2020

    Hubo un tiempo de los Noé, los Cristobal (portadores del cristo) y los Juanes (gigantes).

    Tiempo de leyendas y mitos que hablaban de gentes con conocimiento que llegaron del mar, vinieron a través del agua en barcos de piedra, o en un arca que como dice el autor podía ser la de la célula.

    Estas gentes traian un mensaje revolucionario que nos habla de una memoria de futuro, sobre lo que realmente puede ser el hombre en mares de agua dulce.

    Pero también existen otras leyendas que que nos hablan del peligro de estatificarse en el pasado, mirar atras como dice Beucis que hizo la mujer de Lot, que se convirtió en estatua de sal (simbologia de la memoria pasiva).

    Es paradójico que el hombre deteniéndose en su pasado tape su futuro, y adelantando su futuro pueda modificar o cambiar su pasado.

    Pero así a tendrá que ser hasta recuperar su última memoria, la del tiempo en que el hombre trascienda su propia muerte.

    Un abrazo

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