Párrafo 16.17

16.17 «El hombre traza en la Tierra sus propios sellos convirtiéndolos en símbolos. Desde su pretendida conciencia del yo se define con independencia de la Naturaleza, se autoconfigura como sobrenatural, y desde ese papel zigzaguea su trayecto utilizando su trinitaria voluntad creativa. A lo largo de la senda que recorre el mapa vivo del laberinto se van rescatando hologramas de las sombras, y en sus tres tercios, como en los cantos sagrados, el curioso se transforma en estudiante, el amado en amante y el liberado en sabio.»

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

Cuántas rutas están escritas en la piel, cuántas vidas en una mirada, cuántos signos de nuestra propia anatomía representan leyes escritas, encriptadas en nuestro propio cuerpo, en el polvo terrestre y celeste del que estamos hechos. Nuestra consciencia dual, que sin embargo se asume como plenamente consciente de sí misma, caracolea alrededor de la vía designada, la vía marcada y escrita en nuestro código genético. Pero aunque pudiera parecer que se pasa muchas veces por el mismo sitio, no es así: una espiral ardiente nos conduce a abrasarnos al rozar nuestro propio camino Real. La acción, el movimiento, son el origen de todo principio, de todo verbo, de toda voz que aunque, al menos de momento, sea impostada, habrá de gritar, de hacerse oir, de hacer temblar en vibración valiente las cuevas de su propia arquitectura corpórea, abriendo espacios a una luz que nace de dentro. Tres tercios en los cantes sagrados, armonías apropiadas a cada espacio de un día dividido en tres, como tres tercios hay en los ritos laberínticos, donde el hombre vestido de luces se enfrenta con su propia naturaleza, maestro de sí mismo. Vara para templar; valor para ejercer la libertad de vivir por derecho. Y en el último tercio, la muerte; muerte que ha de matar muriendo de frente, sin ventaja de la espada, en un golpe de pulmón certero y puro, aire afilado donde no se siente duelo, sino clarividencia sutil de paz y ciencia…
Desde ahí, habrá de comenzar, sin duda, el vuelo.

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1 Comentario

  1. Beucis
    26 octubre, 2019

    Las grandes migraciones que buscan donde nace el sol; las solitarias peregrinaciones que quieren llegar donde el sol muere; petroglifos con espirales labrados a lo largo de la cornisa atlántica; laberintos con formas espirales en conchas milenarias, también en nuestra estructural corporal dándonos claves cabalistas; vías lácteas en las profundidades del universo, todos son sellos que el hombre crea o que el hombre asume como rezo, como plegaria que le va a ayudar a transcender; porque él sabe que está inmerso en la Naturaleza, a la que estudia con asombro pero que no es naturaleza. Se sabe sobrenatural sujeto a una dualidad pero que es algo más que un par de opuestos. Se reconoce trinitario, y como ser sobrenatural y trinitario recorre un laberinto difícil, encontrando luces y sombras y rescatando propios hologramas ocultos.

    En este trabajoso andar vamos leyendo páginas del libro de nuestra vida y vamos transformándonos. Seremos estudiantes, amantes, sabios…, pero no nos quedaremos ahí, cada vez seremos más y más.

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