Párrafo 12.36

12.36 «El segundo impulso lo inspira el reconocimiento sensitivo, la relación con el entorno, y su enemigo es la duda que acecha de forma incesante en los parajes primarios de la razón. La duda y su consecuencia el pensamiento binario o racional es la base de la personalidad, y en ella se asientan la mayoría de las virtudes y defectos del personalismo superficial».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

La duda está pues relacionada con el modo en que procesamos la información que recogen nuestros sentidos de todo lo que nos rodea, nosotros mismos incluidos. Y el modo en que procesamos esta información es dual, racional. Pero cuidado: no es que el pensamiento racional genere de por sí la duda, como a primera vista podría parecer, sino que es al revés. Es decir, la duda primordial, básica, filogenética, acerca de lo que percibimos, es la que hace que hayamos desarrollado de manera tan predominante el pensamiento racional. El texto lo dice bien claro: el pensamiento binario es consecuencia de la duda.

Uno tiene la tentación de encontrar la explicación antropológica a este fenómeno (en el que desde los comienzos de esta humanidad lo emocional —la duda— tuvo predominio sobre el modo de entender el mundo y de relacionarse con en él —el pensamiento—) en el miedo. En la llamada lucha por la supervivencia. En esa mortal necesidad de estar seguros de que lo que hemos percibido —visto, oído, palpado, olfateado, saboreado, sentido— es veraz, es cierto. O… al menos más cierto que su contrario. Que su supuesto, imaginado, temido o indeseado contrario. Ahí está ya inventada la dualidad. Surge de la perentoriedad por contar con la (quimérica) absoluta confianza sensitiva en la interpretación del entorno, de cara a una toma de decisiones con una (quimérica) ausencia de errores. De ahí que el espejo negro de la duda sea el fracaso.

No es difícil colegir cómo una forma de entender el mundo basada en el miedo a equivocarse puede haber prevalecido y, aún más, haberse enseñoreado hasta alcanzar los límites a los que a día de hoy ha llegado, con sus virtudes y sus defectos. Y lo que es más paradójico aún: tan firmemente anclado en nuestra personalidad está el pensamiento binario como «traductor» en nuestra relación con el entorno, que necesitamos el miedo para seguir justificando nuestras más íntimas y colectivas deliberaciones, y lo seguiremos fabricando o imaginando hasta que el mundo entero sea capaz de romper con la idea de que cada uno de nosotros somos todavía y siempre una amenaza para el otro.

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2 Comentarios

  1. Rafa
    20 julio, 2017

    “Enfermedad, duda, pereza, deseo, inseguridad, fracaso y redención son las siete luces negras que barre el pranayama, son remansos de fango que enturbian la sangre, transformando la memoria en peso, el entendimiento en complicidad y la voluntad en egocentrismo”.

    Eduardo Perez de Carrera

    Lo contrario de la duda, no es la certeza, es la fé. Lo contrario de la afirmación, no es la negación, es la duda.

    Un abrazo

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  2. loli
    20 julio, 2017

    La duda puede ser producto, entonces, de la intuición temprana del hombre de la parcialidad de lo percibido por sus sentidos.

    Algo que nos pone ante dos conjeturas.

    Una podría ser la conciencia de que esos sentidos no están desarrollados en su plenitud, y por lo tanto eso ya supondría uno de los objetivos de hecho de vivir.

    Y la otra, que, nuestra supervivencia depende en gran medida de lo percibido esos sentidos y la interpretación de ello hagamos.

    Indudablemente ahí parecen estar íntimamente ligados a la duda y su resolución, el valor y el libre albedrío, acotado y dependiente, éste último, al desarrollo de la capacidad de consciencia y de conocimiento.

    A la vez, esa precariedad sensitiva y sensorial, hacen prevalecer, la mayoría de las veces, el miedo sobre la capacidad de aventura.

    No hay valor sin miedo.

    Desplegar el valor, ¿es uno de los trabajos fundamentales en nuestra vida?.

    “Lo contrario de la duda no es la certeza, es la fe”, alude Rafa en su comentario.

    Es que, seguramente la certeza no sea más que un escollo irreal en el desarrollo del valor.

    Porque la naturaleza de la “vida” en la que nos desenvolvemos, parece no dar lugar a “certezas”, sino al aumento de la ignorancia, de la constancia de la cada vez más cosas que desconocemos.

    Pero existe una Fuerza, en esa Naturaleza, que vehicula esa fe, y es la del Amor, dice el autor del libro que comentamos.

    Sin embargo, en la precariedad en la que nos movemos, y en ese trabajo de reconocimiento de esa precariedad, de aceptación del estado de desarrollo parcial en el que nos encontramos, la aparición de la duda, es algo inherente a ese estado, y creo que también necesaria, es el primer paso.

    Lo que ya supondría un colapso cognitivo, y un riesgo para la supervivencia del ser humano, es que fuera la certeza la que dominara la dinámica vital del hombre.

    Que la duda, en el trabajo de su resolución, nos lleve al vehículo que nos conduce a la posibilidad otro “estado”….es otra cosa.

    Y que ese vehículo sea la misteriosa Fuerza del Amor…es maravilloso.

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