Párrafo 8.26

8.26 «El método científico ha ido ganando fuerza hasta convertirse en doctrina y formar una verdadera religión, con sus popes y sus obispos, con sus cónclaves y axiomas irrefutables. Una religión que se extiende al aula con categoría de única, excluyente y feroz; una religión que demuestra su teología desde afirmaciones esgrimidas con tesis elaboradas por sus propios catequistas».

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COMENTARIO DE EL AVENTURERO

No es difícil convenir que si tuviésemos que funcionar en el día a día fundamentando nuestras opiniones, decisiones y actos en el método científico –valioso sin duda en el ámbito estricto de un laboratorio– hasta los asuntos más nimios nos arrollarían a su paso. La vida no se detiene para que podamos observarla desde todos los ángulos, recolectar información y formular hipótesis con las que hacer predicciones comprobables mediante experimentos posteriormente reproducibles por el vecino de al lado. Y además, atascados en tan ardua tarea racional, perderíamos cantidades ingentes de información, incapaces de percibir los datos que solo una mente abierta a lo intuitivo y a lo emocional podría recoger. Seríamos como herrumbrosos armatostes, ciegos y sordos a todo lo que no fuera mera constatación y procesamiento lógico de los datos sensoriales.

¿Por qué, desde el racionalismo hasta el presente, la tendencia de las élites pensantes oficiales es la de llevarnos a que funcionemos así? ¿Para qué querríamos funcionar así? Solo hay una razón: para que ansiemos estar absolutamente seguros de todos y cada uno de los pasos a dar en nuestra trayectoria vital. Para que nadie pueda desaprobarlos. Para, contra la propia naturaleza de la complejidad del mundo, desde la soberbia, anular el riesgo a equivocarnos. Para establecer leyes irrefutables. Para instituir axiomas válidos para todos, y por lo tanto, al final, obligatorios para todos. ¿No es ese el empeño de todas las religiones? ¿De todos los estados totalitarios?

Y para ello es necesario amalgamar, sin fisuras, con una complicidad endogámica, un bloque de Autoridad que esté muy por encima de todo lo individual y lo subjetivo. Una Verdad. La Gloria y el Infierno. Aptos y no aptos. Aprobados y suspensos.

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4 Comentarios

  1. Aroma de limbos
    24 mayo, 2015

    La última vez que el Sol giró alrededor de las galaxias se desplegaron los acordes más ancianos de la mixturas plagiadas al aroma de los limbos que arrancaron, con sus propias manos, las comisuras internas que ostentaban tras su silencio de milenios verdiblancos de planas repitiendo “seré grana” para , luego y al cabo de tres velas y cien fastos, apagar en sus labios de anís y mueca amarga o sed de una justicia que esperaba el desterrar – a viva voz o aguzada templanza – los gestos importunos de galones jalonando (por doquier y para los profanos) la calma sin control ni perfil líquido de todo un calibrar de desencantos que, hirsutos o arrobados, tildaron de temblor lo que tan sólo era inmolación de un santo y seña que rebasó la linde del ocaso del antes de la luz y el error del claroscuro del después que, humillado, se negó a cerrar los ojos ya sin vida de los que, pudiendo ver, jamás miraron.

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  2. Atila
    26 mayo, 2015

    El catecismo que los enemigos del alma son: mundo, demonio y carne, los dos últimos mas o menos los entiendo pero el primero no. ¿Por qué el mundo es enemigo del alma?
    Quizás sea dejarte arrastrar por la corriente de moda que a veces es absurda y sin profundidad pero como es lo que se lleva copias, también dejar que te llenen de miedos absurdos. En una ocasión una persona sumamente religiosa en una discusión dijo muy enfadada:
    – Ahora todo el mundo a decidido guardar su cruz en un armario y no llevarla a cuestas.
    Pensé que la cruz si era muy pesada pues mira que bien que este guardada, pero entonces era pequeña. Pero ella prosiguió.
    -Todos esos se condenaran. Los que estaban allí se asustaron muchísimo.
    Pues con el tiempo claro que llegan las cruces pero no se pueden guardar en el armario pero en vez de pensar en lo pesada que es tu carga cuando la asumes y la aceptas se puede aprender mucho y no estar todo el tiempo pensando en la desgracia que te ha tocado y la puedes hacer liviana y sacarle la parte graciosa porque todo tiene su lado cómico y desde luego lo del «armario» es una tontería.

    Y estar todo el tiempo buscando a alguien que te diga lo y que tienes que hacer y lo que no, te limita una barbaridad de momento te da seguridad pero a la larga tu evolución se paraliza.

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  3. Beucis
    27 mayo, 2015

    La tecnocracia y el cientificismo, ocupan el lugar de la ciencia. Se arrinconan la poesía y la mística. El hombre, cada vez más endeble, queda engullido por las oleadas de propaganda y consignas. El dinero, deja de ser energía que fluye, talentos que deben multiplicarse, para quedar en pocas manos y cristalizar en poder. Poder que acumulan pocos y manejan como un sectarismo excluyente.
    Nadie se permite dudar; nadie parece ignorar; nadie anhela buscar. Empleamos nuestras posibilidades en exigir derechos que aumentan el confort de nuestra supervivencia. Nuestras células, libres del pensamiento analítico durante la noche, no reciben la llegada fecunda del dios, que las convertirá en héroes. Frustradas, como las vírgenes necias del Evangelio, dormirán y no se enterarán de que el Esposo ha pasado.
    Hemos salido del Paraíso, de un estado límbico pasamos a una posibilidad de raciocinio y se inicia la andadura de nuestra humanidad, de nuestra libertad. Partimos de cero con la posibilidad de escoger, de ser libres.
    De un lado, la carga de la memoria pasiva, Medusa que nos convertirá en piedra. De otro lado, lo ignorado lo ignoto: el poner “Los pies trémulos en los peldaños transparentes que parecen flotar sobre el abismo”.
    Convocar a la ciencia, a la poesía y a la mística para que desplacen el estar consumista que nos adormece y ser capaces de caminar por la vida hacia la autenticidad de nuestro ser; de nuestro yo profundo.

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  4. Mandrágora
    27 mayo, 2015

    ¿Y qué pasa cuando acontece un cataclismo en Nepal? ¿Y qué pasa cuando un avión se estrella, causando la muerte de sus viajeros, y alguien ha perdido ese mismo avión? Y podríamos seguir con referencias múltiples. ¿Y a dónde se pretende llegar? Detrás de esa infumable seguridad asoma, entre tanta aseveración, obviar insistentemente y querer descartar todo aquello que no se sabe el por qué pero ocurre, y ocurre con demasiada frecuencia, y muchas veces nos sobrepasa, ¿y hay que tener respuesta a todo? Es persistir en querer abarcar cada vez más, no por el hecho de profundizar, de ahondar y crecer paulatinamente ―si realmente fuera así, no habría necesidad de hacer doctrina―, sino como si, desafiantes ante lo imprevisible, se tuviera mayor capacidad de imponerse, de controlar y cambiar lo a veces inevitable. Suena a reto, a enfrentamiento, a sobrestimar el saber ante la contrariedad, obviando el que desde las praxis establecidas y conservadoras se pierde la verdadera capacidad de aprender, de percibir y, yo diría, hasta de sonreír ante la adversidad. El sentirse creador y hacedor último de lo que nos sucede es querer ignorar realidades mayores haciéndonos cada vez más pequeños.

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