Párrafo 7.14

7.14 «Tratar de solucionar el pasado en el interior de la caja oscura del cerebro es una especie de rito demoníaco que solo conduce al sufrimiento. Comentaba un viejo maestro sufí que la mayoría de los hombres cometen dos o tres errores en una fase de su vida, y luego dedican el resto a tratar de justificarlos o sepultarlos con múltiples capas, fabricadas con las cenizas de restos de presentes apresados por la deuda».

COMENTARIO DE EL AVENTURERO

¿Qué hacer con los errores que hemos cometido? Evidentemente, como dice el autor, ni justificarlos ni sepultarlos. La justificación se descalifica por sí sola: consiste en torcer los hechos lo necesario para que se adapten a unas circunstancias personales supuestamente exculpatorias, o bien amplificadas o bien directamente inventadas, pero tan a conciencia y tan rígidamente trabadas que acaben por ser por uno mismo creídas.

Para sepultarlos tenemos que hipotecar el presente: como pago para la absolución tendremos que prescindir del lujo de lo espontáneo, de la libertad de cada instante, puesto que es preciso estar siempre prevenido y resguardarse del posible roce venenoso con ideas o acontecimientos que despierten las oscuras zonas mentales donde quedó enterrado el conflicto. Como retrata con su pertinaz malicia el refrán de “gato escaldado huye del agua fría”. La deuda que contraemos así acaba siendo un merma en nuestras potencialidades. Más aún: si fue público el daño, entonces que todos puedan ver mi sufrimiento, que sea también público mi dolor por haber pecado. Tal es la esencia del luto.

Es difícil vivir con mala conciencia. Nos lo han puesto difícil, tradicionalmente. Porque el cultivo de la buena o mala conciencia, tan maximalista, tan doctrinario, es uno de los pilares del sistema educativo. En las alturas resplandece la virtud, siempre muy por encima de nuestras sucias y pecadoras molleras, y de este modo la culpa siempre estará disponible para argumentar y consolidar cualquier miedo que surja en la aventura de vivir. Siempre caminaremos así tutelados, cabizbajos, anodinos.

¿Por qué no asumir directamente, humilde y valientemente nuestra imperfección, hacer uso de nuestra libertad de equivocarnos –si en la intención no hay excesivo cinismo–, y cargar con las consecuencias reales que surjan de nuestros errores, sin el añadido de una carga de culpabilidad que frene nuestro desarrollo? ¿No es cierto acaso que para el aprendizaje necesitamos afrontar el error, pero únicamente de cara al mejoramiento en el futuro?

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3 Comentarios

  1. Afrodita
    13 julio, 2014

    Los errores; justificarlos o sepultarlos.
    Mantenerlos en pie, como a zombis, acicalándolos y revistiéndolos de todo tipo de argumentos que nos tranquilicen. O mirándolos con lupa para encontrar exactamente en qué fallamos y no tropezar de nuevo en la misma piedra.
    O darles cristiana sepultura, y que descansen en paz.
    En el primer caso el proceder será enfermizo y absurdo — imagino —; un error que tuvo su momento, en el tiempo y en el espacio y en el ánimo y en el saber o no saber resolver del que lo cometió. Un error que por mucho cuidado que se ponga ya no se dará en las mismas circunstancia de lugar ni de tiempo ni de ánimo ni de saber o no saber… Porque lo que no se sabe ahora mismo no es tal vez (o seguro) ni igual ni lo mismo que lo que no se supo; pero sigue siendo “no saber”, y al encontrarse ante la nueva piedra que esquivar o ni nos daremos cuenta de que está ahí o ni siquiera nos percataremos de que es piedra.
    Y será un nuevo error que su… ¿experiencia? aportará en realidad a qué ni para qué cuando la piedra nueva nos volverá a pillar ignorantes.
    En el segundo caso, el de la sepultura, ¿no será un poco esconder la cabeza debajo del ala?
    Cabe una tercera posibilidad — que a lo mejor más pero así al pronto no se me vienen al magín — que es dejarlo vivir, pero sin acicalar. Sin pretender adornarlo de nada que lo hermosee, y que vaya envejeciendo, y deteriorándose, y pudriéndose así, sin piedad ni pudor (por parte del sufriente) y asumiéndose a sí mismo en su decrepitud y deterioro, lo mismo que se asume el errático (humano viviente) que lo cometiere…
    Seguro que al final terminan congeniando, tolerándose, poniéndose cada cual en su exacto lugar que en ley le corresponde y, al otro y en justa reciprocidad, en el que justamente le pertenece.

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  2. Atila
    17 julio, 2014

    En una ocasión fui con mi nieta de un año a pasear al Parque del Oeste, era una mañana primaveral preciosa. Casi todos los bancos estaban ocupados, solo en uno había solamente un señor bastante mayor y allí me senté, estaba lleno de parejas, padres con niños, gente paseando y me fije en tres niños de entre 8 y 12 años jugando con sus bicicletas , se les veía tan alegres y de vez en cuando miraban nuestro banco y gritaba:
    -¡Mira abuelo lo que puedo hacer!
    Pero el abuelo no daba muestras de sentirse entusiasmado y entonces mirándome dijo:
    -Ya ve toda mi niñez y juventud mi mayor anhelo era tener una bicicleta y nunca mis padres me la compraron-
    ¿ -Pero no esta feliz de sus nietos las tengan?
    -Si me hubiera gustado tanto tener una como esas…
    Una parienta nuestra que se quedo huérfana muy pronto y vivía con su abuela y un tio soltero se quejaba continuamente de que de niña y jovencita nunca podía ir a la
    playa con sus amigas porque tenia que llevarle el desayuno a su tío que era un juerguista y se acostaba tardísimo y esto la tuvo amargada toda su vida.
    -¿Pero porque no le decías a tu abuela que no te daba la gana de llevárselo?
    -Porque siempre tuve fama de ser una niña buena y eso seria no serlo.
    Mucha gente se queja de que no pudo hacer la carrera que quiso porque sus padres le impusieron otra, de que si el marido le daba podo dinero y tenia que sisárselo cuando dormía porque no se atrevía a decirle que no le llegaba, que si la suegra la maltrataba y ella no contestaba por miedo al marido, de que a alguien que se le murió un ser querido no se resigna etc. y en la vejez te hablan continuamente de esos rencores, añoranzas de, nostalgias y las ves paralizadas como la estatua de sal y cuando las vuelves a ver siguen igual sin dar un paso, ni atravesar esas nieblas que les impiden avanzar.
    -Si pero a mi me hubiera gustado tener una como esa

    Y así es la vida, siempre anhelado , añorando

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  3. Rafa
    19 julio, 2014

    La sabiduría no es una acumulación de recuerdos, sino una suprema vulnerabilidad a
    lo verdadero.

    Krishnamurti.

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